ESCRITOS DE LOS PRIMEROS CRISTIANOS

 

San Ignacio de Antioquía
Carta de San Ignacio de Antioquía a los efesios
San Ignacio de Antioquía

Ignacio, obispo de Antioquía de Siria, fue condenado a las fieras en su ancianidad, en la época de Trajano (hacia el año 110). Enviado a Roma con un piquete de soldados para morir en los juegos gladiatorios, fue escribiendo durante el camino varias cartas (poseemos siete, no todas de autenticidad asegurada) a las diversas comunidades cristianas por las que había pasado, a la comunidad romana adonde se dirigía, o al venerable obispo Policarpo de Esmirna. Estas cartas están escritas en momentos de gran intensidad interior, reflejando la actitud espiritual de un hombre que ha aceptado ya plenamente la muerte por Cristo y sólo anhela el momento de ir a unirse definitivamente con él.

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San Clemente Romano
Epístola de San Clemente Romano a los Corintios
San Clemente Romano, aprox. 96 d.C.

Según la tradición, san Clemente fue el tercer sucesor de san Pedro en Roma, después de Lino y Cleto. Ocupó la sede romana en los últimos años del siglo primero. De él se conserva una carta a la Iglesia de Corinto, en la que exhorta a aquella comunidad, amenazada de graves disensiones internas, a mantenerse en la unidad y la caridad.

La primera carta a los Corintios es de gran interés como documento que nos permite conocer directamente la Iglesia romana primitiva. Vemos cómo la Iglesia aparece como modelada todavía en buena parte sobre la sinagoga de la diáspora y sobre las instituciones del Antiguo Testamento, que constituye todavía la base ideológica de aquellos cristianos recién convertidos del judaísmo. En cambio, los escritos del Nuevo Testamento no parecen haber adquirido aún el carácter de autoridad primaria y definitiva. Se afirma ya por primera vez el principio de la sucesión apostólica como garantía de fidelidad a la doctrina de Cristo.

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San Policarpo de Esmirna
SELECCIÓN DE TEXTOS DE LAS OBRAS DE SAN JUSTINO
San Justino

De sus variados escritos, sólo conservamos dos Apologías, escritas en defensa de los cristianos, dirigidas al emperador Antonino Pío; y una obra titulada Diálogo con el judío Trifón, donde defiende la fe cristiana de los ataques del judaísmo. En esta obra relata autobiográficamente su conversión. En las Apologías, admira en su exposición el profundo conocimiento de la religión y mitología paganas—que se propone refutar—y de las doctrinas filosóficas más en boga; cómo intenta utilizar cuanto de aprovechable encuentra en el bagaje cultural del paganismo; su valentía para anunciar a Cristo—sabiendo que se jugaba la vida—y su capacidad de ofrecer los argumentos racionales más adecuados a la mentalidad de sus oyentes.

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San Policarpo de Esmirna
Carta de San Policarpo de Esmirna a los Filipenses
San Policarpo de Esmirna

Según San Ireneo, San Policarpo había sido discípulo de San Juan, y hecho obispo de Esmirna por los Apóstoles. El año 156 Policarpo murió mártir; conocemos los detalles de su martirio por una carta contemporánea que lo relata y que forma por tanto parte del grupo que en sentido amplio llamamos actas de los mártires.

De las varias cartas que San Policarpo escribió a Iglesias vecinas y a otros obispos, de las que tenía conocimiento Ireneo, nos ha llegado sólo una Epístola a los Filipenses, con la que acompañaba una copia de las de San Ignacio; en realidad, es probable que se trate de dos cartas escritas con unos años de diferencia y que al ser copiadas juntas han llegado a unirse, pues la nota acompañando al envío no parece estar muy de acuerdo con la extensión y el tipo de temas que se tratan después y que recuerdan la de Clemente de Roma a los corintios. En ella insiste en que Cristo fue realmente hombre y realmente murió; que hay que obedecer a la jerarquía de la Iglesia, que hay que practicar la limosna, y que hay que orar por las autoridades civiles.

 

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Carta a Diogneto
Carta a Diogneto
Anónimo, 158 d.C.

Se trata de un breve tratado apologético dirigido a un tal Diogneto que, al parecer, había preguntado acerca de algunas cosas que le llamaban la atención sobre las creencias y modo de vida de los cristianos: "Cuál es ese Dios en el que tanto confían; cuál es esa religión que les lleva a todos ellos a desdeñar al mundo y a despreciar la muerte, sin que admitan, por una parte, los dioses de los griegos, ni guarden, por otra, las supersticiones de los judíos; cuál es ese amor que se tienen unos a otros, y por qué esta nueva raza o modo de vida apareció ahora y no antes» (Cap. 1).

El desconocido autor de este tratado, compuesto seguramente a finales del siglo II, va respondiendo a estas cuestiones en un tono más de exhortación espiritual y de instrucción que de polémica o argumentación. Literariamente es, sin duda, la obra más bella y mejor compuesta de la literatura apologética: sus formulaciones acerca de la postura de los cristianos en el mundo o del sentido de la salvación ofrecida por Cristo son de una justeza y una penetración admirables.

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Historia eclesiástica de Eusebio de Cesarea
San Ireneo de Lyón

La obra más importante de Ireneo es la que escribió Contra las herejías, Adversus haereses, nombre con el que se la conoce. Redactada en griego, nos ha llegado sólo en una traducción latina que por lo general parece muy fidedigna y hasta servil. En los cinco libros de que se compone, expone primero las doctrinas gnósticas, con referencia a sus distintas sectas y escuelas, de modo que hasta hace poco era, y quizá aún lo es, una de nuestras mejores fuentes de información sobre el gnosticismo y sus diversas formas; luego pasa a refutar las versiones heréticas más importantes, las de Valentín y Marción, para lo que utiliza argumentos de razón, y aduce la doctrina de la Iglesia y las palabras del Señor; termina defendiendo la resurrección de la carne, escándalo máximo para los gnósticos, aunque nos deja ver por otra parte que él creía también en el milenio.

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Historia eclesiástica de Eusebio de Cesarea
Clemente de Alejandría

La amplia cultura pagana de Clemente no fue borrada por su encuentro con el cristianismo. Los filósofos gentiles, Platón en especial, se hallaban según él en el camino recto para encontrar a Dios; aunque la plenitud del conocimiento y por tanto de la salvación la ha traído el Logos, Jesucristo, que llama a todos para que le sigan. Éste es el tema del primero de sus escritos, el Protréptico o «exhortación», una invitación a la conversión.

A los que se deciden a seguir a Cristo, Clemente dedica la segunda de sus obras, el Pedagogo, el «preceptor». Trata de la obra educadora y de situaciones de la vida ordinaria en Alejandría. Esta misma idea aparecerá en su tratado Quis dives salvetur, «quién es el rico que se salvará», una homilía que comenta la escena evangélica del joven rico.

En cambio escribió unos Stromata, o «tapices», donde va tratando temas variados con los que Clemente quiere crear inquietudes religiosas en el gentil.

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Orígenes
Selección de textos de Orígenes
Orígenes, 185-253

Orígenes, egipcio, probablemente alejandrino, era el hijo mayor de una familia ya cristiana y numerosa; nació hacia el año 185. Su padre, que se había cuidado de que recibiera una buena educación tanto en las ciencias sagradas como en las profanas, murió mártir en el año 202; Orígenes, deseoso de imitarle, seguramente habría seguido la misma suerte si su madre no hubiese escondido sus ropas, impidiendo así que saliera de casa. Sus bienes fueron confiscados, y Orígenes comenzó a trabajar como maestro para ayudar a la familia. Ya hemos dicho algo de su carrera docente; basta añadir que reunió a su alrededor a muchos discípulos tanto por el nivel de sus enseñanzas como por el ejemplo de su vida.

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Tertuliano
Selección de textos de Tertuliano
Tertuliano, 155-230

Los escritos de Tertuliano reflejan todo el apasionamiento de su alma. La doctrina cristiana se expresa en ellos con una fuerza extraordinaria, pero también de una forma extremosa, desmesurada y, a veces, llena de contradicciones. Los escritos montanistas del último período de su vida manifiestan una actitud rigorista y espiritualista que contradice las posturas más moderadas de sus primeros años. Aun así, los escritos de Tertuliano ejercieron un influjo incalculable en la formación del pensamiento teológico.

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San Cipriano
Selección de textos de San Cipriano
San Cipriano de Cartago, 205-258

De él se conservan una docena de opúsculos sobre varios temas del momento y, particularmente, una preciosa colección de 81 cartas, en las que da muestra de su extraordinaria clarividencia y energía en los asuntos referentes a la fe y a la vida de la Iglesia. Más que un hombre de ideas fue sobre todo un hombre de gobierno y de acción. Su doctrina coincide sustancialmente con la de Tertuliano, del que era lector asiduo y a quien consideraba como «maestro».

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San Cipriano
Selección de textos de San Atanasio de Alejandría
San Atanasio de Alejandría, 300-373

La producción literaria de San Atanasio es amplísima. La mayor parte está relacionada con la defensa de la divinidad del Verbo, proclamada en Nicea; es el caso de los escritos apologéticos y dogmáticos contra los paganos y contra los arrianos, asÍ como el libro La Encarnación del Verbo. También elaboró escritos exegéticos y ascéticos (es famosa su Vida de San Antonio, el primer eremita), varias cartas dogmáticas enviadas a diversos Obispos, y las Cartas Festales, dirigidas a sus fieles con ocasión de la fiesta dela Pascua. Una de ellas, la correspondiente al año 367, es particularmente interesante porque contiene la primera lista completa de los 27 libros del Nuevo Testamento consideradoscomo canónicos (es decir, inspirados por el Espíritu Santo).

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San Cipriano
Selección de textos de San Cirilo de Jerusalén
San Cirilo de Jerusalén, 315-386

Sus "Catequesis" son una exposición sencilla y popular de la fe cristiana. Su mejor elogio es el odio de los arrianos. Los arrianos le odiaban porque veían en élun enemigo temible. Por odio tuvo que salir tres veces desterrado de la ciudad santa y por mantener sus creencias se vio obligado a recorrer las ciudades del Asia Menor, cual peregrino errante que sufre por amor a Cristo. Pero al fin sus penas recogieron el triunfo. Pocos años antes de su muerte pudo asistir al concilio ecuménico de Constantinopla, que definía como verídicas las enseñanzas de San Cirilo y de otros muchos obispos que, como él, habían sostenido una violenta lucha contra el arrianismo. El sueño de San Cirilo de ver apaciguados los espíritus entraba en su fase inicial y así entregaba su alma a Cristo, por quien tanto había sufrido.

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San Cipriano
Obras de San Basilio
San Basilio el Grande, 330-379

Los escritos de Basilio son, o de índole dogmático-polémica (Adversus Eúñómium. De Spiritu Santo, Adversus Maniqueos), o son homilías entre las que comprendemos también sus trabajos exegéticos (In Hexaémeron, in Psalmos, etc.), de las demás homilías las primeras 24 están reconocidas como pertenecientes al Santo, mientras las otras están sujetas a duda. De la regla de San Basilio ya hemos hablado. De las 365 cartas que se conservan y que constituyen una preciosa fuente para la Historia Eclesiástica de la época, las tres que se denominan canónicas, escritas a Anfiloquio, Obispo de Iconio, tuvieron en la Iglesia griega autoridad de ley general.

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Historia eclesiástica de Eusebio de Cesarea
Historia eclesiástica de Eusebio de Cesarea
Eusebio de Cesarea, 324 d.C.

La Historia eclesiástica cubre desde los principios hasta el año 324. Es sobre todo una colección muy valiosa de hechos y documentos de la vida de la Iglesia, recogidos también con un notable sentido crítico. Su intención es apologética, pues se propone presentar las listas de obispos de las sedes principales, los testigos de la tradición y los herejes, los castigos de Dios a los judíos, las persecuciones de los cristianos y los martirios, seguidos de la victoria final de la Iglesia. Tuvo un gran éxito y fue muy copiada y conocida, tanto en Oriente como en Occidente. Es una de las fuentes mejores que tenemos para conocer la antigüedad cristiana.

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San Agustín
Extracto de las Confesiones de San Agustín
San Agustín, 400 d.C.

Las Confesiones son, en el sentido bíblico de la palabra confíteor, no un reconocimiento o una declaratoria, sino la alabanza de un alma que admira la obra de Dios dentro de sí misma. De todos los trabajos del santo doctor, ninguno ha sido más leído y admirado universalmente, y ninguno ha provocado tantas lágrimas curativas como éste. Muy difícilmente puede encontrarse en la literatura otro libro que pueda equipararse con éste en lo referente al análisis penetrante de las más complejas impresiones del alma, a la sensación comunicativa, a la elevación del sentimiento, o a la profundidad de sus visiones filosóficas.

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